El veterinario rural Pablo Huegun (derecha) atendiendo a un animal en el Caribe.
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La falta de veterinarios rurales parece ser un problema que afecta a varios países del mundo, como España, Francia y, en general, la Unión Europea, incluso llegando el otro lado del Atlántico. Y es que, en Estados Unidos la escasez de estos profesionales en el campo ya ha llegado a debatirse en el Senado del país.
Uno de los problemas que más se achacan a la falta de veterinarios en el entorno rural es la dureza del trabajo y que no existe un horario laboral fijo, algo que no parece convencer a los veterinarios más jóvenes, que se decantan en su mayoría por la clínica de pequeños animales.
No obstante, hay algunos jóvenes que sí apuestan por la clínica de grandes animales y que incluso se lanzan a trabajar fuera de España, como es el caso del navarro Pablo Huegun, que tras terminar sus estudios ha conseguido ejercer de veterinario —además de en España— en Normandía, Burdeos y el País Vasco francés (Francia continental) y en Martinica, territorio francés en el Caribe.
La carrera de Huegun ha estado siempre vinculada a los grandes animales, de hecho, en el año 2020 fue galardonado por su trabajo ‘Análisis de diferentes parámetros reproductivos en ganado bovino de raza pirenaica’ en los premios de la Real Academia de Ciencias Veterinarias de España (Racve).
Según explica Huegun en declaraciones para Animal’s Health, una de las experiencias que más le ha marcado como veterinario ha sido trabajar en Martinica, lugar al que tuvo la oportunidad de llegar para cubrir una baja por maternidad de una veterinaria.
El veterinario recuerda el contraste del clima del norte de Navarra y el sur de Francia (donde actualmente trabaja) con el clima de Martinica. “Ahora mismo, en Navarra, estoy con 20 centímetros de nieve alrededor y allí trabajaba con mínimas de 22 grados y máximas de 35”, afirma.
EN MARTINICA NO HABÍA VETERINARIOS RURALES
Pero el veterinario no solo encontró diferencias en la climatología, sino en las patologías con las que se encontraba, como dermatofitosis y otras enfermedades cutáneas producidas por hongos o bacterias. “Enfermedades sanguíneas había muchas en las vacas y en ovejas tenía muchas toxemias de gestación. Además, con el consumo de plátanos, había muchos problemas de obstrucciones urinarias, sobre todo en cerdos macho y carneros”, señala.
“También eran comunes las picaduras por serpientes venenosas. Aquí tenemos algunas víboras que pueden morder, pero allí el veneno era más tóxico y las patologías eran mayores”, rememora.
Lo que más le llamó la atención, confiesa, es que nada más llegar se dio cuenta de que no había veterinarios dedicados específicamente a grandes animales en Martinica y eran los de clínica de pequeños los que atendían las urgencias que pudieran ocurrir.
Además de la falta de veterinarios especializados en ganado, Huegun se encontró con falta de material para atender a los animales. “Todo tenía que llegar por barco” recuerda, lo que provocó que las primeras semanas después de su llegada se le hicieran “un poco complicadas”.
Posteriormente fue solucionando los problemas con los que se iba encontrando, gracias a la ayuda de un auxiliar de veterinaria con el que trabajó conjuntamente.
Como veterinario en Martinica, tocó todos los palos de la profesión, atendiendo tanto a animales de compañía como ganado. “Hacía pequeños animales de 8 a 12 y al mediodía comenzaba con el trabajo de veterinario rural por toda la isla”, apunta.
“SI CRUZO LA FRONTERA DE FRANCIA DUPLICO EL SALARIO”
El hecho de que Huegun decidiera dedicarse a los grandes animales ya es un hecho poco común en una profesión donde la mayoría de los jóvenes se decantan por la clínica de pequeños, pero que se fuera al Caribe a ejercer es algo, aún más singular.
Esta decisión de buscar la aventura la achaca a la vocación. “Mis padres son veterinarios y desde pequeño siempre me han gustado los grandes animales. Además, me gusta estar fuera, es más sacrificado, pero es más gratificante”, asegura.
“Recomiendo a los veterinarios jóvenes que vivan experiencias como la mía en Martinica. Estar fuera te enseña otras formas de trabajar, otras culturas y otros puntos de vista”, subraya, y remarca que el hecho de estar en un lugar desconocido, con menos recursos fuerza a “tirar de recursos propios” y ganar iniciativa.
En cuanto a la percepción que se tiene fuera de los veterinarios españoles, Huegun asegura que siempre se ha sentido “bien tratado y valorado”. “Al final, cuando hay necesidad, da igual que el veterinario sea de Pamplona o de Francia”, explica.
Tras su experiencia trabajando fuera de España, Huegun indica que una de las cosas que mejoraría es facilitar la formación continua de los veterinarios. “Lo que veo aquí en España es que si un veterinario quiere hacer un máster tiene que dejar prácticamente un año de trabajar”, lamenta.
“Yo no puedo hacer un máster que me obligue a dejar de trabajar, porque dejo desatendida una zona y a mis compañeros vendidos”, señala. Algo que, según apunta el veterinario, en Francia se hace de modo distinto, permitiendo a los veterinarios especializarse de una manera más sencilla.
Por último, el veterinario confiesa que, aunque él personalmente está trabajando en una empresa del norte de Navarra con buenas condiciones laborales, en general los salarios en la profesión veterinaria en España deben mejorar y equiparse a países como Francia. “Si ahora mismo cruzo la frontera igual duplico el salario”, concluye de manera anecdótica.
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