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Salud pública: unos por otros, la casa sin barrer

07/02/2022Diario Médico

Del Consejo Interterritorial del SNS depende una estrategia nacional sobre salud pública, que incluya una agencia autónoma.

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Mientras en España bailamos al son de “un pasito ‘palante’ María, un-dos-tres, una pasito ‘patrás’” –lo siento, es lo que se me ocurre acerca de las decisiones cambiantes del Gobierno, de un día para otro, sobre el uso obligatorio de mascarillas en exteriores-  y acariciamos la idea de gripalizar la pandemia, es decir, considerarla ya endémica -y a otra cosa, mariposa-, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido esta semana a los países europeos cautela. Considera que la variante ómicron, pese a que tiende a causar una enfermedad menos grave, sigue siendo altamente contagiosa y, en proporción, mortal.

Es más, su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha instado a ignorar las narrativas que indican que la vacunación combinada con una variante menos agresiva que las anteriores, como ha sido el caso de ómicron, harán que las medidas de prevención como el uso de mascarillas y el confinamiento de contagios sean innecesarias.

Y es que, aunque la sexta ola remite con bastante claridad y estamos exhaustos por esta emergencia sanitaria y sus efectos en el sistema sanitario, la economía y nuestras vidas, siguen muriendo conciudadanos cada día (cerca de 200 diarios en los siete días anteriores al 3 de febrero y especialmente entre los más mayores), lo cual casa mal con que las autoridades estén dando muestras inequívocas de querer pasar página rápidamente a la crisis sanitaria, caiga quien caiga.

Preocupante es poco, pero también debería angustiarnos que, con todo lo que hemos pasado en estos ya dos años de pandemia, el Gobierno y las CCAA no estén trabajando intensamente en crear y proveer de recursos un robusto sistema de salud pública para hacer frente con eficacia a epidemias y pandemias que, de la mano del cambio climático y otros factores, llegarán más pronto que tarde.   

Expertos de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas) han recordado esta semana en Gaceta Sanitaria la necesidad de crear un nuevo organismo autónomo de salud pública –Agencia Española de Salud Pública (AESP)- en nuestro país, que ya está previsto en la Ley General de Salud Pública de 2011.

Concluyen que “el objetivo de la futura AESP sería monitorizar y facilitar la toma de decisiones que mantuvieran actualizada la cartera de servicios de salud pública en nuestro país”.

Y añaden: “El desarrollo de las funciones de la AESP requerirá el reclutamiento y la retención de una fuerza de trabajo interdisciplinaria y altamente cualificada. La AESP precisará también mecanismos que eviten la captura de su labor por poderes fácticos. La credibilidad, la legitimidad, el liderazgo y el prestigio de la institución dependerán de estos mecanismos y de su capacidad de guardar coherencia con sus valores científicos y éticos”.

Justo ahora es la pandemia de covid-19, pero el listado de enfermedades emergentes y reemergentes abruma y lo mismo la lista creciente de microorganismos  (helicobacter pylori, staphylococcus aureus, streptococcus pneumoniae, escherichia coli, klebsiella pneumoniae, salmonella spp ) que ya han demostrado mayores niveles de resistencia a diversas generaciones de antibióticos y que ponen en grave riesgo la salud de toda la población.

Además, no ganamos para sustos: esta semana también hemos sabido que se ha descubierto en los Países Bajos una nueva cepa de VIH muy virulenta y más perjudicial para la salud, según un estudio dirigido por investigadores del Instituto de Big Data de la Universidad de Oxford, en Reino Unido, y publicado en Science.

"La desorganización de los servicios de salud pública puede esgrimirse como causa de la reemergencia de enfermedades endémicas como la tuberculosis, el cólera o la malaria. Un claro y reciente ejemplo ha sido la reemergencia de la difteria en la Federación Rusa y en algunas otras repúblicas de la antigua Unión Soviética asociada a la decadencia de los programas de inmunización como consecuencia de la desorganización de los servicios de salud durante el período de inestabilidad que siguió al desmantelamiento de la antigua URSS. Esto permitió que la epidemia se extendiera por todas las repúblicas, sin respetar las fronteras recientemente creadas, y en 1995 se alcanzó un máximo de más de 50.000 casos declarados. El restablecimiento de los servicios de inmunización permitió revertir la tendencia y en la Federación Rusa se declararon menos de 14.000 casos en 1996”, según escribió hace más de 20 años Joaquin Oromí Durich, profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Barcelona, ya fallecido.

Por lo que sea, mantenemos la insana, y necia, costumbre de mirar el dedo cuando el sabio señala a la luna; y unos por otros, la casa sin barrer. Pues nada, sigamos…

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