Cristina Mazarracín con su marido, su hijo Erik y sus ocho perros.EMILIO CUENCA
El dato es demoledor: 1.809.768 niños de entre 0 y 4 años y 10.474.251 mascotas, o dicho de otra manera, casi seis animales de compañía por cada menor de cuatro años. Es el resultado de la profunda crisis demográfica que afronta nuestro país desde hace años, fruto de que en España cada vez nacen menos niños.
En la última década los menores de cuatro años se han reducido en medio millón y han pasado de representar el 5% (2,3 millones) del total de la población al 3,7%. Solo en diez años. Y no sólo eso, somos ya el segundo país de la Unión Europea con la cifra más baja de niños en esta franja de edad, solo nos supera Italia, tal como refleja el último informe Focus on Spanish Society, editado por Funcas a partir de datos de Eurostat.
Para María Miyar, directora de Estudios Sociales de Funcas, la principal causa de este descenso de la población infantil recae en las pocas ayudas que existen para las familias con menores dependientes. «España destina muy poco dinero a las políticas familiares», en cambio, se sigue priorizando a aquellos que se encuentran en edad de jubilación. «Es una peculiaridad española», puntualiza Miyar. «La carencia material severa es mayor en las familias con hijos que en los mayores de 65 años, cuando lo normal en la mayoría de países es que sea al revés».
En nuestro país, el 18% de las familias monoparentales está en riesgo de pobreza y la carencia material y social severa es casi dos veces más frecuente entre las familias con dos progenitores e hijos a su cargo que entre los mayores que viven solos. Dicho de otra forma, según los datos de Funcas, en nuestro país la tasa de hogares formados por dos progenitores con uno o más hijos, es 8,2 puntos más baja que la de los hogares monoparentales, pero supera en 4,5 puntos a la de los hogares de una persona de 65 o más años. Sin ayudas que alivien la carga económica a las familias, mantener a los hijos se vuelve por tanto muy difícil. Al igual que tenerlos. Si no se dan todos los elementos necesarios como un trabajo estable, una vivienda y un buen salario, la natalidad se vuelve inviable.
En lo que va de año han nacido 184.050 bebés en nuestro país y en todo 2023 la cifra fue de 322.075, la más baja desde que comenzó la serie histórica del Instituto Nacional de Estadística, en 1941. «Tenemos una de las fecundidades más bajas de Europa y del mundo», indica Miyar e incide en que no es un problema de ahora si no que llevamos «lustros y lustros arrastrándolo». El problema se presenta ya tan estructural que ni las políticas de apoyo a la natalidad parecen ayudar a revertir la tendencia.
Una de las iniciativas más destacadas a este respecto fue la que puso en marcha el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que apenas duró 3 años: 2.500 euros por nacimiento. Pero pese al esfuerzo presupuestario, el llamado cheque bebé sólo elevó la fecundidad un 3%, según un estudio de Libertad González y Sofía Trommler Ová, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
Según la última Encuesta de Fecundidad del INE, el 25% de las mujeres que asegura querer ser madre no lo es por razones laborales o de conciliación, mientras que el 19,1% alega razones económicas. Además, a la pregunta de qué tendría que hacer el Estado para que sea más fácil tener hijos, sólo un 10,6% pide una asignación económica, la mayoría reclama otras cosas: 23% de las mujeres encuestadas piden una ampliación de los permisos por nacimiento -que en los últimos años han subido hasta las 16 semanas para ambos progenitores y el Gobierno quiere ahora elevar a 20-; el 10,7% pide más flexibilidad en el horario de trabajo; y el 6,8% cree que hacen falta más escuelas infantiles asequibles para los niños de 0 a 3 años.
Todos estos factores han propiciado que haya un cambio, no solo en la composición actual de los hogares, sino también en la mentalidad. Los datos muestran, además, que los españoles tienen antes mascotas que bebés. Así lo refleja el último censo de la Red Española de Identificación de animales de compañía (Reiac) realizado a través del microchip de perros, gatos y hurones -tal como dicta la nueva ley de Bienestar animal-. En total hay 10 millones de mascotas censadas en nuestro país: 9,2 millones de perros, 1,22 de gatos y 51.127 hurones.
Al realizar una comparativa con el número de niños menores de 4 años, no hay ninguna comunidad autónoma que tenga hoy más niños que mascotas; si elevamos la edad a menores de 10 para hacer esta comparación, solo se salva Cantabria con 11.000 menores más que animales domésticos; y si tomamos la foto con menores de 18 años, la situación no es tan alarmante y a Cantabria se le suman Navarra, Murcia, Madrid y las ciudad autónomas. Esto demuestra que la pérdida de población infantil se ha intensificado en los últimos años.
Para Cristina Mazarracín quedarse embarazada fue complicado y tardó un poco más de la cuenta en cumplir su sueño de ser madre. De serlo de un humano porque ya lo era de cuatro perros y cuatro gatos. Su amor por los animales le viene desde niña «mi madre decía que estaba obsesionada con los perros. De hecho tenía un amigo invisible, Toto, que era un perro. Pero no podía tener ninguno porque me daban alergia», relata Cristina.
Ese amor incondicional a los animales le llevó a convertirse en auxiliar técnico de veterinaria, profesión que ejerce desde hace 22 años. Y «la suerte», confiesa, fue conocer a su marido con el que comparte la misma pasión, además de ocho perros. «Iban llegando a nuestra vida», confiesa, «todos ellos tenían historias de abandono y maltrato y no podíamos mirar para otro lado. Fue entonces cuando decidimos mudarnos al campo para tener una vida más cómoda y donde ampliar nuestra familia».
Su hijo Erik nació hace tres años y ya desde bebé le transmitieron el amor y el respeto por los animales. «Entre todos tenemos momentos mágicos, a veces parece que por tener un niño hay que abandonar o desatender a los animales y no, todo lo contrario, se es más feliz cuando conviven todos juntos», aunque confiesa que lo peor de tener un niño y un animal es que, de vez en cuando, «le tienes que explicar a tu hijo lo que significa que uno de ellos ha cruzado al otro lado del arco iris».
María Miyar identifica otra causa de que haya menos niños: el problema del emparejamiento de las universitarias. Tradicionalmente y desde una óptica antropológica, las mujeres tienden a emparejarse con personas de su mismo nivel formativo. Ahora el problema se ha agravado porque la proporción de mujeres en las universidades es mucho mayor a la de hombres, por lo que, en su opinión, «muchas chicas se quedan solteras y por ende deciden no tener hijos». Ante la pregunta de qué consecuencias tiene la pérdida de niños, María Miyar va más allá de la cuestión económica y del sistema de pensiones: «la escasa socialización de los niños».
«Las generaciones anteriores estábamos acostumbrados a tener hermanos y primos, y los amigos de nuestros padres tenían hijos de nuestra edad. Entonces era habitual que te juntaras con más niños a jugar, ahora hay que buscar activamente que los niños interactúen con otros niños, de una forma casi forzada» y esto, subraya, «repercutirá en su educación, su personalidad y en su manera de relacionarse. Tiene efectos sobre el niño de ahora y el adulto del futuro y la gente no es consciente de ello». Además, que haya menos niños también provoca que estos tengan menos oportunidades.
En definitiva, resume, «una sociedad con poca gente joven, aparte del debate sobre si eso es relevante o no para mantener las pensiones y para mantener a la población mayor y que genere un déficit de mano de obra, derivará en una sociedad menos dinámica, menos emprendedora, menos atrevida».
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