Las experiencias recogidas que se despliegan en un total de 42 países permitieron reconocer espacios donde es necesario profundizar la investigación y aprendizajes que pueden servir de recomendaciones para políticas públicas orientadas a la recuperación socioeconómica de países en las regiones mencionadas.
Con respecto a la seguridad alimentaria, se pueden destacar los siguientes elementos:
El Covid-19 afectó fuertemente los avances que se habían hecho, pero tres años después del origen de la pandemia, sus consecuencias se deben entender como un shock más en un encadenamiento de factores donde se suma la inflación económica, el aumento de los insumos agrícolas asociados a la guerra entre Rusia y Ucrania, y los efectos del cambio climático.
Estas son presiones globales que afectan en intervalos cada vez más regulares a los países de ingreso medio y bajo, y es necesario incorporarlas en la construcción de políticas para hacer más resilientes sus sistemas alimentarios y contener las cifras de hambre y malnutrición.
Por una parte, un segmento de investigadores argumenta que el gran problema del sistema alimentario se ubica a nivel de la distribución y comercialización, lo que hace que entre un tercio y la mitad de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o desperdicie en el mundo.
Así, mejorando la eficiencia del sistema, lo que va desde las cadenas de frío hasta la venta en supermercados, existirían los recursos suficientes para abastecer a la población.
Por otra parte, una mirada crítica a esta perspectiva, argumenta que el problema no es económico, sino que político, y se concentra en la estructura del actual sistema alimentario, que no es sustentable ni inclusivo, y por lo tanto no puede ser resiliente a los shocks que afectan la seguridad alimentaria de la población.
De esta forma, se argumenta que es necesario transformar incluso las formas de producción para cambiar la ruta en que nos encontramos. En este sentido, los países están llamados tomar alguna de estas lecturas o conciliarlas.
Una de ellas es incorporar con mayor fuerza los temas de seguridad alimentaria a la red de protección social que articulan las naciones de ingreso medio y bajo.
Estos países se caracterizan en gran medida por la fragilidad de sus redes de protección social y la lucha por el financiamiento de los sistemas, por ejemplo, de salud, educación o vivienda.
A pesar de las limitantes existentes, es necesario que la seguridad alimentaria adquiera un espacio prioritario en la discusión pública, así como la implementación de herramientas para mejorar el abastecimiento alimentario de la población (bancos de alimentos, alimentación escolar, focalización en la primera infancia y mujeres, etc.).
Este breve resumen de las conversaciones sostenidas por investigadores de distintos países de América, África y Asia entrega algunas luces del estado de la discusión en torno a la seguridad alimentaria.
Todas ellas son de total relevancia para la actualidad latinoamericana y, del conocimiento que estos intercambios generan, se pueden extraer importantes aportes para construir mejores políticas públicas orientadas a mejorar la seguridad alimentaria de la población.
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