Desde hace un tiempo, le cuesta respirar y apenas puede mantenerse despierta. La vida de esta gata corre peligro y por eso está internada en la Unidad de Cuidados Intensivos. A pesar de vivir conectada a un gotero, es una afortunada. Está hospitalizada en uno de los centros que cuenta con los mayores avances tecnológicos para el cuidado de animales de México.
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Su tratamiento costaría decenas de miles de pesos en cualquier clínica privada del país. Algo que sus dueños no se pueden permitir. Pero el Hospital Veterinario de la Ciudad de México, el primer centro público para mascotas que se abre en la capital, ofrece consultas gratuitas y precios reducidos para los tratamientos de hasta un 40%.
“No hay un lugar donde haya cinco quirófanos, endoscopia rígida y flexible, radiología y ultrasonidos de la calidad de los que hay aquí. Ni tantos médicos especialistas a los precios que estamos dando”, señala la directora del centro, Silvia Viruega.
Inaugurado hace poco más de un mes, este centro ha sido construido en un lugar en el que no es común encontrar servicios públicos dotados de la última tecnología. Iztapalapa es una de las zonas más degradadas de la capital mexicana. Una delegación que sufre la violencia, las carencias en el suministro de agua y donde un 34,7% de sus habitantes son pobres.
Nos encontramos con animales que nunca han ido al veterinario y ni fueron vacunados
Silvia Viruega, directora del centro
Problemas de exclusión social que se trasladan también a las mascotas. Se trata de una de las delegaciones con mayor índice de animales vivendo en la calle. Mientras en el resto de la capital, se calcula que un 10% de los perros y gatos no tienen hogar, en esta zona la cifra llega al 30%. Y, aunque este hospital no tiene por misión dar refugio a aquellos animales que vagan por avenidas y parques, trabaja para concienciar y ofrecer una solución a familias que, de otra forma, no podrían costearse un tratamiento veterinario.
“Nos encontramos con casos en los que los animales nunca han ido al veterinario y ni siquiera han sido vacunados. Han vivido sanos de milagro o quizá porque han estado en una azotea sin poder salir a la calle […] Con cada paciente que vemos tratamos de hacer conciencia y fomentar el cambio”, señala Viruega.