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Una vecina en la capital vizcaína que viajaba de Guinea a Loiu abandona en Barajas un equipaje con un primate muerto y dos pangolines para consumo humano. Es el primer caso detectado en España de 'bushmeat', una peligrosa práctica que tiene en alerta a las autoridades sanitarias.
Ocurrió hace pocos días en el aeropuerto de Barajas y así lo publica www.elcorreo.com. Una viajera procedente de Guinea Ecuatorial abandonó una maleta en la terminal y se dio a la fuga. Cuando los agentes de control fronterizo de la Guardia Civil abrieron el equipaje se encontraron con una macabra sorpresa: ocultos entre la ropa había un mono colobo y dos pangolines, similares a armadillos, ambas especies protegidas y oriundas de África. Estaban muertos, eviscerados y pelados, y su destino era presumiblemente el consumo humano, lo que hecho saltar todas las alarmas por los riesgos que puede suponer esta práctica para la salud pública. También en Euskadi, destino último de esta peculiar mercancía.
Porque la viajera, que no tardó en ser identificada ya que había facturado la maleta, es una vecina de Bilbao que regresaba a casa desde Malabo en un vuelo con escala en Casablanca y trasbordo en Madrid, según confirmaron fuentes del Seprona. Fue en este punto donde, al percatarse de la presencia de los agentes y consciente de que estaba incurriendo en una ilegalidad, debió de entrar en pánico y abandonó la maleta en las instalaciones aeroportuarias.
Se trata del primer caso del que hay constancia en España de una práctica ya conocida en otros países europeos como Francia o Suiza: el 'bushmeat', es decir carne de animales silvestres, desde monos a tucanes, loros o incluso caimanes, que es introducida por una persona en un país para consumo propio y de sus allegados, sin supervisión sanitaria ni las mínimas medidas higiénicas. La inmigración ha favorecido este fenómeno, ya que normalmente se trata de extranjeros que regresan a pasar unos días con sus familias en sus países de origen y vuelven con alimentos propios de la gastronomía local, muy valorados desde el punto de vista culinario, para consumirlos a su vuelta.
De hecho, el pangolín, el único mamífero que tiene escamas y cuya lengua es tan larga como su cuerpo, es una de las especies salvajes con la que más se trafica en el mundo. Esta en peligro de extinción y su carne se considera una delicatessen en algunas culturas que, además, creen que sus escamas tienen propiedades mágicas, por lo que puede alcanzar cifras astronómicas en el mercado negro. En Estados Unidos se han llegado a pagar 1.500 dólares por un kilo de pangolín.
«Un problema muy grave»
El 'bushmeat' no pasaría de ser una simple anécdota si no fuera por que puede abrir una fisura en el blindaje de la salud pública y porque, como en el caso de los pangolines, se trata de especies protegidas por el convenio internacional CITES. De hecho, la dueña de la maleta ha sido denunciada por una infracción de las disposiciones de este acuerdo de protección de especies amenazadas. La carne aprehendida fue inmediatamente destruida.
Álvaro Mateas, presidente del Colegio de Veterinarios de Bizkaia, reconoce que el 'bushmeat' representa un «problema muy grave» desde el punto de vista de la seguridad sanitaria, si bien el caso de Barajas es el primero del que tiene conocimiento «en nuestro entorno cercano». «Si la carne procedía de Malabo tenía que estar en unas condiciones horrorosas, por lo que a los riesgos de contraer una enfermedad zoonótica por ingerir una carne sin control sanitario algunos se unen los propios de comer un alimento en estado de descomposición», apunta. Desde su puesto como representante de España en Bruselas en la Federación de Veterinarios Europeos (FVE), Álvaro Mateas es consciente del peligro que
conlleva la práctica del 'bushmeat', que ha pasado de riesgo potencial a amenaza real en otros países. «No solo por los virus, bacterias o parásitos que pueden llegar a contagiar enfermedades tan graves como el ébola a quien las ingiera, sino porque puede ser la puerta a epidemias con tremendas consecuencias económicas para el sector agropecuario, como lamentablemente ocurrió con la fiebre aftosa o la peste porcina».
Fuentes del Seprona reconocen que «han podido darse más casos en nuestro país, pero no se han descubierto. En Francia, sin embargo, sí se han localizado más equipajes con este particular contenido». De hecho, en una inspección aleatoria realizada en el aeropuerto parisino Charles de Gaulle en diferentes vuelos se hallaron 188 kilos de 'bushmeat' en el equipaje de 134 pasajeros. A juicio de Mateas, en España la vigilancia y los filtros activados por las autoridades aeroportuarias, los responsables de sanidad exterior y los controles veterinarios llevados a cabo en los puestos de inspección fronterizo están resultado «eficaces» para evitar que estas prácticas se generalicen. «Todo está globalizado en nuestra sociedad, la salud humana, animal y el medio ambiente no se pueden separar, forman un todo; el problema llega cuando ese equilibrio se rompe por actuaciones de estas características», concluye.
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