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Bernardo Rodríguez Marinas (1749-1819)

26/12/2019ABC Castilla y León

Testamento de Bernardo Rodríguez Marinas

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Tiene dedicada una calle en un área industrial de su ciudad natal, Valladolid. También lleva su nombre el salón de actos del Colegio de Veterinarios de esta provincia. Pero sigue siendo un absoluto desconocido y, como otros hombres de ciencia, permanece casi olvidado. Bernardo Rodríguez Marinas (1749-1819), hombre de espíritu ilustrado y mariscal de las reales caballerizas, fue el primer veterinario español tras formarse durante tres cursos en la Escuela Nacional de Alfort, cerca de París, becado por Carlos III para establecer a su vuelta en España centros de enseñanza en esta especialidad, orientada sobre todo a équidos, como ya existía en la medicina y la farmacia. Un sueño que se haría realidad años después en Madrid pero que, por vicisitudes del destino, el vallisoletano solo dirigiría dos años y de forma honoraria.


Nacido en la céntrica calle Mantería y bautizado en la parroquia de San Andrés, su padre fue oficial de imprenta. Desde muy joven, a pesar de no tener antecedentes familiares manifiesta su vocación de albéitar, denominación entonces del oficio regulado desde la época de los Reyes Católicos, de origen medieval, centrado en el cuidado tradicional de las caballerías, con técnicas clínicas Timentarias que van quedando desfasadas. De ahí la necesidad de proporcionar un estatus científico a la ocupación veterinaria, dentro de la corriente imperante en toda Europa. Conviene señalar, en ese contexto, la importancia de los équidos en la vida cotidiana por su fuerza motriz: demanda constante de caballos por parte de los ejércitos, y de mulas y burros tanto para faenas agrícolas como para transporte y postas.
Marinas logra entrar como albéitar en las Reales Caballerizas, donde atiende valiosos équidos, en un destino que supone la cúspide de la profesión y donde logra diferentes ascensos, con el apoyo del duque de Medina Sidonia, que ejerce la labores de veedor -seleccionador- de los ejemplares de la Corte. Otro nobles, como el conde de Aranda y el de Floridablanca, impulsan la idea instruir a profesionales españoles en las incipientes escuelas de veterinaria galas, «como reflejo del círculo ilustrado de Carlos III», señala el coronel veterinario José Manuel Pérez García. Un camino que abre Marinas como pionero en Alfort, con un notable aprovechamiento académico en la vanguardia de la profesión. De vuelta a España, presenta a las autoridades una memoria para implantar la Escuela de Veterinaria en Madrid, que no prospera, y se casa con la francesa María Soulage.


Aunque como mariscal de goza de prebendas -léase acémila, carruaje y posibilidad de contratar mancebos-, su carrera veterinaria se ve postergada por la marcha a París de dos nuevos pensionados, Malats y Estévez, ambos militares, en una apuesta por el modelo castrense de la futura Escuela. Pero, inasequible al desaliento, el vallisoletano vuelve a redactar otros dos planes civiles para enseñar veterinaria, con el apoyo de las Sociedades Económicas de Amigos del País, centrados en morfología y anatomía equina, medicina interna y externa, y el herraje. Por esta orientación hacia el caballo, a la que se añaden querellas y rencillas con Malats, muy próximo a Godoy, sus propuestas docentes vuelven a fracasar.
De «honda vocación»
Desde el punto de vista técnico, Marinas destacó «por su honda vocación, amplios conocimientos en clínica equina, y preocupación como patólogo para investigar las causas de los casos más complejos», según explica el Joaquín Sánchez de Lollano, profesor de Historia de la Veterinaria de la Universidad Complutense. Además, solía realizar necropsias tras las muertes por cólico, que admiraban a sus colegas, y llegó a resolver, en perras, situaciones de prolapso uterino. Tuvo también el acierto de introducir la visión zootécnica y preventiva en ejercicio de la profesión. Como hombre ilustrado, escribió un tratado sobre veterinaria, equitación y agricultura, al tiempo que tradujo algunas obras y publicó artículos divulgativos hasta el final de sus días. En definitiva, Marinas sentó las bases de la renovación de la veterinaria para superar la albeitería estancada, «con una gran influencia en un conjunto de docentes incorporados a la Escuela, que serán los que protagonizarán el verdadero avance, con independencia de la formación militar», concluye Sánchez de Lollano.

 

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