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In memoriam: Profesor Miguel Cordero del Campillo

12/02/2020LeónProf. Dr. José Manuel Martínez Rodríguez.

Esta madrugada, un mes después de su cumpleaños, nos ha dejado don Miguel Cordero del Campillo.

Tratar de compendiar en unas pocas palabras la inabarcable personalidad de un maestro es tarea vana, pero sin duda lo es más cuando la vida de aquél a quien se recuerda ha recorrido tantos campos y tan dispares como en el caso de Don Miguel, cuya fecunda trayectoria sólo podrá comprenderse, como decía uno de sus discípulos más antiguos y queridos, mediante la creación de una nueva ciencia: la “Corderología”.

Su ilimitada curiosidad por todos los campos del saber ha sido prodigiosa y digna de admiración. Sus conocimientos de filosofía, teología, economía, astronomía, física y demás ciencias hacían de él un auténtico hombre del Renacimiento y explican que cualquiera que tuviera el privilegio de escucharle quedara cautivado por la deslumbrante brillantez de su rica sabiduría, esa que únicamente poseen algunos seres privilegiados que nacen cada cien años.

Pero por encima de esas inquietudes, cultivadas en ocasiones por puro disfrute personal y que sin embargo dominaba con soltura, han de situarse de manera obligada sus quehaceres en Docencia, Política y Universidad.

En paralelo discurrió su apasionada dedicación a la docencia. Su labor como catedrático y como maestro de maestros sólo puede comprenderse enmarcada en una personalidad de tal generosidad intelectual que era capaz de regalar las ideas más brillantes y originales a quien las pidiera, desde sus inicios hasta su Cátedra que ha desempeñado en los últimos años como emérito en la Universidad de León.

Su calidad humana y su bondad, la sincera forma en la que trataba a sus noveles compañeros, han hecho de él un ejemplo a seguir en la profesión Veterinaria. Estos breves apuntes de una personalidad como la del Profesor Cordero son una buena muestra de la cima que representa su figura. Si como se dice desde hace tiempo, sólo a los hombros de los gigantes que nos precedieron hemos llegado a las actuales cotas de nuestro entendimiento, en el caso de D. Miguel la altura de su pensamiento asegura un impresionante panorama desde el que comprender el ordenamiento veterinario.

El sincero testimonio de cariño y admiración ante su pérdida expresado por instituciones como Facultad de Veterinaria, Universidad de León, la Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León, el Colegio Oficial de Veterinarios de León y tantos y tantos amigos, discípulos y compañeros demuestran la persona difícilmente igualable que fue Don Miguel Cordero del Campillo.

Se ha afirmado en alguna ocasión que el grado de resistencia personal a los discursos académicos es directamente proporcional a los méritos de su destinatario. No quiero ni pensar en la tenaz oposición que el Profesor Cordero hubiera presentado a una iniciativa como esta. Casi puedo sentir ahora su mirada aguda, por encima de aquellas gafas en misterioso pero estable equilibrio sobre la nariz, reprochándonos sin palabras esta alocución sobre su persona y su obra, que él, llevado por su natural modestia y su sinceridad leonesa, calificaría seguramente como una lamentable pérdida de tiempo.

 Por otra parte, D. Miguel era una persona muy razonable y, en el fondo, entendería que las instituciones, como las personas, tienen el deber de dar las gracias a quienes las han servido con lealtad. Esa es mi obligación gustosa hoy, expresar públicamente el agradecimiento de todos los que fuimos sus alumnos, al Profesor Cordero por su servicio abnegado y generoso, pleno de méritos académicos.

 Deseo destacar entre esos méritos su trabajo de gobierno universitario, fue decano de Veterinaria cuando yo estudiaba, años más tarde, le correspondió la no pequeña tarea de poner en marcha una nueva Universidad, responsabilidad que hizo compatible con su intensa labor docente e investigadora que siempre desarrolló. Gracias, entre otras razones, a su buen criterio y a una capacidad de trabajo casi legendaria, aunque se fundamenta en abundantes ejemplos reales.

 No pretendo glosar la extraordinaria actividad científica del Profesor Cordero, me limitaré a subrayar algún aspecto de su personalidad como universitario, fruto de sus muchas virtudes morales, y en el que brillan también rasgos propios del espíritu de la Universidad. Me refiero concretamente a su noble ambición intelectual, asentada sobre una curiosidad infatigable y el amor a la verdad propio de los grandes maestros. Ciertamente, el Profesor Cordero tuvo la valentía de enfrentarse a cuestiones arduas y complejas, que, a la vez, son relevantes para el hombre de la calle y su visión de la persona y del mundo. A menudo a contracorriente de la opinión científica dominante, supo pensar y dialogar con los mejores, en las fronteras últimas de la filosofía de la Ciencia, pertrechado con las armas del rigor, la honradez y una perspicacia, todo hay que decirlo, poco común, que no le impedía, por cierto, ser muy sencillo.

 Pues al decir de uno de sus amigos, D. Miguel estudiaba asuntos complicados, pero él no lo era en absoluto. La ambición intelectual a la que me refiero marca toda su trayectoria, empezando por la primera, una de las claves de su pensamiento, las ciencias de la naturaleza no pueden prescindir de unas bases filosóficas sobre las que se sustentan las teorías científicas. Resulta modélica esa continua disposición para plantearse metas altas, que, además, lograba y he ahí quizá algo especialmente ejemplar para quienes somos universitarios.

Sin duda, puede explicarse la cantidad y calidad de esa producción por sus abundantes virtudes humanas. Ordenado y metódico, era enemigo de improvisaciones y de objetivos difusos, y amigo del cumplimiento del deber, sin escala de grises ni pausas, consciente de que el tempus fugit (Tiempo vuela). Como para el poeta castellano, en la vida de D. Miguel hoy, era siempre todavía. Pero el motivo de su altura de miras y de su magnanimidad va más allá de una cuestión de carácter. Desde el despertar de su vocación científica, D. Miguel comprendió bien lo que se ha afirmado en la Universidad: servir a la verdad “supone optar por una revolución que puede parecer lenta, pero que es, en definitiva, la única eficaz y profunda”. “No hay realismo mayor que el empeño diario basado en la esperanza”. Me parecen palabras idóneas para describir el itinerario vital del Profesor Cordero, que supo aprender y enseñar con un realismo amoroso y esperanzado. Como decía al principio, una perorata de este tipo no despertaría, seguramente, el entusiasmo de D. Miguel. Pero quizá podamos ganar, al menos, su indulgencia esperemos sirva, además como un justo homenaje, o de estímulo para desarrollar su legado científico.

La Universidad renace cada día del trabajo, y de los sueños de los que allí trabajan. El trabajo del Profesor Cordero puede seguir renaciendo cada día en la obra de sus discípulos; su intercesión, desde luego, no nos faltará. El mayor de sus sueños y uno de los más altos ideales fue el aumentar los conocimientos de la profesión Veterinaria.

Descanse en paz

Prof. Dr. José Manuel Martínez Rodríguez.

Académico de Número de la Academia de Ciencias Veterinarias de C y L.

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