Historia colegios

ALICANTE

29/01/1902

Fecha de constitución definitiva: 29 enero 1902.

Primer presidente: Antonio Andrés Andreu.

Primer secretario: Avelino Pérez Burguete.

Oficial: Fue declarado dos veces, en 1905 y 1916. Real orden 23 febrero 1905, en Gaceta de Madrid, 25 febrero 1905. Real orden 24 diciembre 1916, en Gaceta de Madrid, 28 diciembre 1916.

Colegiados en 1905: 55 de 45. Veterinarios en la provincia en 1911: 66. Colegiados en 1915: 38 de 44.

Observaciones: Se constituyó en Novelda, no en la capital. La primera actuación del colegio fue convocar una huelga de veterinarios municipales para combatir el intrusismo.



 

Gaceta de Medicina Zoológica, año XXVI, nº3, 1 febrero 1902, pág. 48. “Colegio alicantino”.

El entusiasta Profesor Joaquín Burguete, en una bien escrita circular, canta las excelencias de la colegiación y hace un llamamiento a la clase para reunirse en asamblea y nombrar la Junta definitiva que se nombraría el 29. Adelante, y a constituir definitivamente el Colegio veterinario.

 

La Veterinaria Moderna, Palencia, nº57, 7 mayo 1902, pág. 180.

Se nombró la junta directiva: Presidente Antonio Andrés, de Novelda; vicepresidente Luis Bañón, Aspe; contador – tesorero Manuel Pérez, de Novelda; secretario Aureliano Pérez, de Monóvar; Vicesecretario Pedro Cortijo, de Agost; vocales: Francisco Beltrán, de Monóvar; Francisco Amorós Suay, de Crevillente; Pedro Carvajal, de Monforte y Pedro Mora, de Dolores.

Se adoptaron los siguientes acuerdos:

1- La persecución y exterminio a todo trance del intrusismo. 2- Excluir de las igualas: – los reconocimientos de Sanidad, en todos los casos; – las consultas; – las operaciones quirúrgicas comprendidas en los casos del 10 al 23, del 26 al 29, y del 32 al 43, de la “vigente y vetusta tarifa de honorarios”. 3- Señalar la cuota de 5 pesetas para ingreso en el Colegio. 4- Declarar como órgano de expresión la revista La Veterinaria Valenciana, que lo es también de los Colegios de Valencia y Castellón de la Plana.

 

La Correspondencia Alicantina, 8 abril 1902, pág. 2. “Huelga suspendida”.

Nos hemos enterado por contacto que nos merece entero crédito, de que la huelga con que el Colegio Veterinario de esta provincia quería protestar contra el abuso del intrusismo, ha sido suspendida en vista de los buenos oficios interpuestos por el dignísimo gobernador civil Leopoldo Riu y Casanova. El carácter de la huelga que los profesores veterinarios querían llevar a cabo ofrece originalidad y demuestra las razones poderosas con que contaban para realizarla.

El intrusismo, aquí en esta provincia, ha alcanzado proporciones tan grandes, que anula por completo toda la labor del veterinario y le coloca en una situación económica lamentable.

Lo que proporciona la mayor parte de los ingresos de los Veterinarios es el herraje, pues bien los intrusos tienen acaparada esta operación, y los Veterinarios tiene que contentarse con la asistencia facultativa, que proporciona apenas lo suficiente para cubrir las necesidades más parcas. El abuso es antiguo, pero la protesta no se ha realizado hasta hoy porque faltaba la solidaridad de la clase, alcanzada ya con la Colegiación, que ha venido a estrechar los lazos de los veterinarios animándolos para llevar a cabo la obra de regeneración.

La Colegiación después de agotar todos los medios conducentes para dignificarse sin haber conseguido nada positivo, pensó muy fundadamente en acudir a la huelga que traía aparejado el cese en el desempeño de la inspección de carnes, medida cuya gravedad no es necesario resaltar y cuyo solo anuncio produjo gran alarma.

Ante resolución anunciada con la firmeza que impone la necesidad apremiante, tomó parte el gobernador con el propósito decidido de extirpar lo que ocasionara tantos perjuicios a la clase Veterinaria. No hizo Leopoldo Riu lo que se llama cubrir el expediente, no, muy al contrario, pues llamó a una representación del Colegio y la pidió que en el plazo más breve le remitiesen los veterinarios una estadística de los intrusos, ofreciendo que llegaría en su resolución hasta el último extremo.

Pero alguien tomó a su cargo la defensa de los intrusos, mostrando un interés extraordinario y con el decidido ánimo de gastar en la lucha el último cartucho.

El gobernador no se arredró y con promesa de librar la batalla pudo hacer que el Colegio Veterinario desistiese de su propósito.

De persistir el anónimo defensor de los intereses de los intrusos en su obra destructora, desatendiendo el mandato del gobernador, es seguro que los Veterinarios adopten la radical medida que ahora suspenden en espera de ser atendidas sus justas peticiones.

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